¿Se puede dar pecho y fórmula? Claro que sí.
Hay quienes piensan que dar pecho y fórmula es como mezclar agua con aceite. Pero la verdad es que no se contraponen. Muchas familias usan una combinación de leche materna y fórmula para asegurarse de que su bebé reciba lo que necesita para crecer sano y contento.

La Academia Americana de Pediatría (AAP) recomienda alimentar al bebé únicamente con leche materna durante los primeros seis meses. Es decir, nada de papillas, nada de agüitas, puro pecho. También aconsejan seguir con la lactancia hasta los 2 años o más, si la mamá y el bebé así lo desean.
Suena ideal, pero la verdad es que no siempre es posible. En Estados Unidos, por ejemplo, solo el 25% de los bebés reciben solo pecho hasta los seis meses. Más de la mitad (58%) combinan, y un 35% sigue tomando leche materna al cumplir el año.
Porque cada bebé es un mundo, y no hay receta mágica.
A veces se necesita la fórmula para complementar la alimentación del bebé. Tal vez porque no se pudo extraer suficiente leche para dejar en la guardería, o porque mamá necesita dormir y papá entra al quite con un biberón de fórmula en la madrugada. O quizá el doctor recomendó complementarla porque el bebé no está subiendo de peso como debería. No hay que sentirse culpables, hay que tomar decisiones informadas.
¿Cómo hacerle cuando das pecho y fórmula?
Si vas a combinar pecho y fórmula (también llamado alimentación mixta), aquí van algunos tips prácticos y con cariño:
1. Platica con el pediatra
Antes de cambiar o agregar algo, habla con el doctor. Él o ella te dirá cuánto dar y cómo empezar con la fórmula según las necesidades de tu bebé.
2. Dale chance al pecho de agarrar ritmo
Si puedes, espera a que la lactancia esté bien establecida antes de meter fórmula y biberones. Eso suele pasar cuando el bebé tiene entre 3 y 4 semanas.
3. ¿Bebé chiquitito? Usa un sistema de suplementación
Para los bebés recién nacidos, y si hay preocupación por su peso, se puede usar un tubito especial que va en el pezón y le da fórmula o leche extraída mientras succiona. Así sigue pegado al pecho y recibe lo que necesita.
4. Primero pecho, luego fórmula (con calma)
Dale pecho y, si todavía tiene hambre, ofrece fórmula una o dos horitas después. Esto ayuda a mantener tu producción de leche, que funciona bajo demanda. Cuanto más succiona el bebé, o cuanto más te extraes, más leche produces.
5. Hazlo poco a poco
Si vas a reducir las tomas de pecho y meter fórmula, hazlo gradual. Así evitas dolores, congestión, mastitis y otros enredos que no se le desean ni a la suegra.
6. Aprende sobre el “biberón con ritmo”
Este método (Paced bottle feeding) permite que el bebé controle cuánto y qué tan rápido toma. Lo cargas un poco más sentado y haces pausas cada 20 o 30 segundos para sacarle el aire y ver si ya quedó satisfecho. Se parece más a cómo es el pecho y facilita el ir y venir entre una cosa y otra.
¿Se puede mezclar leche materna y fórmula en el mismo biberón?
Se puede… pero no es lo ideal. Si el bebé no se acaba el bibe, hay que tirar lo que sobró. Y si ahí había leche materna, pues duele como si tiraras oro líquido.
Lo mejor es dar pecho primero, luego ofrecer la leche extraída, y solo si hace falta, complementar con fórmula.
Ahora, si tu idea es ayudar al bebé a acostumbrarse al sabor de la fórmula, ahí sí se vale mezclar. Pero ojo: primero se prepara la fórmula con agua, como dice la etiqueta, y ya luego se le agrega la leche materna. Nunca al revés.
¿Y si quiero “fortificar” la leche materna con fórmula?
¡Alto ahí! Nunca, pero nunca, le pongas polvo de fórmula directamente a la leche materna. Y tampoco uses leche materna en vez de agua para preparar la fórmula.
Aunque suene como buena idea (porque ¿qué podría ser mejor que más nutrientes, no?), en realidad es peligroso para el bebé. Las fórmulas están diseñadas para mezclarse con agua, punto.
En resumen
La lactancia no tiene que ser todo o nada. Cada familia hace lo que puede, como puede, con amor y buena intención. Combinar pecho y fórmula no es fallar, es adaptarse. Así que si tú también estás en esa etapa de “ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”, tranquila: no estás sola, y lo estás haciendo bien.